miércoles, 21 de septiembre de 2011

Un relato desde el corazón

Siempre se dice que hay cosas que no se pueden explicar con palabras. Pero más allá de que ésta parezca una frase hecha, en esta oportunidad se aplica perfectamente.


Y esta vez voy a hablar interviniendo de lleno en la historia, utilizando el “yo” y el “nosotros” en reemplazo del “él” y el “ellos”. Porque en esta ocasión tuve la suerte de formar parte de una experiencia que pasará a formar parte de esos recuerdos imborrables.


Pasando primero por lo estrictamente fáctico, un grupo de voluntarios del Proyecto Solidario del Instituto María Reina realizaron un viaje a la escuela de San Javier, en la provincia de Santa Fe, con el doble objetivo de llevar algunas donaciones y de compartir algunos días con los alumnos apadrinados.


Pero dejando de lado la mente, pasaré a contarles la vivencia desde el corazón. Porque una experiencia de tal magnitud no se puede relatar de otra forma que no sea con los sentimientos como principal motor.

Y para organizar las sensaciones que florecían como árboles en primavera una de las mejores formas sería seguir un tipo de orden cronológico, aunque a veces resulte frío y distante. La ansiedad por llegar, el nerviosismo por el largo viaje, la expectativa porque pasen las horas, la alegría de conocer a los chicos y a los maestros, la felicidad de los juegos y los momentos compartidos y la tristeza por el regreso a casa se alternaban en el centro de nuestros corazones. Y fue precisamente la tristeza la que se extendió más en el tiempo, para luego entreverarse con la enorme satisfacción de haber tenido la posibilidad de vivir esta experiencia, satisfacción que ayudará a apuntalar las fuerzas de seguir trabajando por los demás.


Pero sin lugar a dudas, todo esto no hubiera sido posible sin la participación de cada uno de los actores, que merecen recibir los correspondientes agradecimientos: gracias al grupo de jóvenes solidarios que se brindaron al máximo y pusieron la mejor predisposición; gracias a los dos profesores que nos acompañaron, ya que cumplieron también el rol de adultos responsables y de padres; gracias a los ahijados, por darnos todo su cariño en todo momento; gracias a los maestros y directivos de la escuela de Santa Fe por habernos recibido con los brazos abiertos; gracias a la comunidad educativa de María Reina que nos brindó su incondicional apoyo.


Estos agradecimientos podrían extenderse casi infinitamente pero están resumidos en algunas pocas líneas. Como esta historia, que podría ocupar hojas enteras de diarios y revistas pero que acá he tratado de sintetizar y explicar, aunque como ya he escrito al principio, resulte casi imposible describir todo lo vivido, lo aprendido, lo sentido con palabras.

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